Platón. Apología de Sócrates

Pues voy, en efecto, por todas partes sin otra finalidad que convenceros a jóvenes y viejos de que no os ocupéis tanto del cuerpo ni de acumular riquezas, pues lo primero es el cuidado y el perfeccionamiento del alma; diciéndoos que las riquezas no proporcionan la virtud, sino que es ésta la que proporciona a los hombres riquezas y todos los demás bienes, privados y públicos.
Y si con estas palabras mías pervierto a los jóvenes, quedará claro que son nocivas. Pero si alguien asegurase que digo otras cosas, mentiría. De cualquier modo, hagáis caso o no a Ánito, me dejéis o no en libertad, estad seguros de que no obraré de otro modo, aunque hubiese de morir cien veces.