Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano

La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana,…En cambio, y posteriormente, la vida me aclaró los libros.

Los historiadores nos proponen sistemas demasiado completos del pasado, series de causas y efectos harto exactas y claras como para que hayan sido alguna vez verdaderas; reordenan esa dócil materia muerta, y sé que aun a Plutarco se le escapará siempre Alejandro.

Mucho me costaría vivir en un mundo sin libros, pero la realidad no está en ellos, puesto que no cabe entera.

La experiencia había desarrollado en mi padre un extraordinario escepticismo sobre los seres humanos.

…, tan obsesionados por su dios, que han desatendido lo humano.

Espíritu seco, me enseñó a preferir las cosas a las palabras, a desconfiar de las fórmulas, a observar más que a juzgar.

No desprecio a los hombres… Los sé vanos, ignorantes, ávidos, inquietos, capaces de cualquier cosa para triunfar, para hacerse valer, incluso ante sus propios ojos, o simplemente para evitar sufrir… Los hombres más opacos emiten algún resplandor… Y pocos hay que no puedan enseñarnos alguna cosa. Nuestro gran error está en tratar de obtener de cada uno en particular las virtudes que no posee, descuidando cultivar aquellas que posee.

Busqué primero una simple libertad de vacaciones, de momentos libres. Toda vida bien organizada los tiene, y quien no sabe crearlos no sabe vivir.